El género policíaco "es una forma narrativa muy generosa que le permite al escritor contar todo lo que quiera", asegura el escritor cubano Leonardo Padura, considerado uno de los maestros del género.
La novela negra siempre ha tenido la preferencia mayoritaria del público lector. Sin embargo, la crítica y la academia le habían sido esquivas hasta que hace veinticinco años la cosa empezó a cambiar, cuenta en una entrevista con Efe este periodista, guionista y escritor nacido en La Habana en 1955, que estos días participa en el Hay Festival Cartagena de Indias.
"Ahora ya ha entrado en el 'mainstream' de la literatura y ha dejado de ser considerada como un subgénero", destaca Padura, ferviente admirador de Manuel Vázquez Montalbán, Antonio Muñoz Molina y Eduardo Mendoza.
El año pasado, el maestro cubano de la novela negra recibió el Premio Internacional de Novela Histórica Barcino. El jurado destacó la aportación del detective Mario Conde, su inseparable compañero de ficción desde hace 28 años, para entender la Cuba contemporánea.
Que un protagonista contemporáneo de relatos de ficción se convierta en una referencia histórica "es uno de los mejores piropos que me han echado", confiesa Padura.
En "La Transparencia del tiempo" (2018), el personaje de Mario Conde comienza a hacer balance. "Ha comido poco y mal, ha fumado mucho, ha bebido demasiado y empieza a denotar un cansancio que no es sólo físico, sino también histórico, mental".
"Es una novela agónica en cierto sentido, no sólo por la edad del personaje, sino por el envejecimiento de la situación, que está llegando a un punto en el que necesariamente va a cambiar", dice.
La novela concluye el 17 de diciembre de 2014, justamente el día en que se anuncia que Cuba y Estados Unidos van a iniciar conversaciones para restablecer relaciones diplomáticas.
"Lamentablemente, después los acontecimientos revirtieron ese momento en el que tuvimos la gran esperanza de que muchas cosas podían cambiar", dice.
Padura empezó a trabajar para revistas culturales a finales de los setenta, al mismo tiempo que escribía sus primeros cuentos. "En esa época, tú terminabas un libro, se lo entregabas a la editorial y se demoraban cuatro años en publicarlo".
Aunque nunca supo de la pirámide invertida de la información, revolucionó la forma de hacer periodismo en Cuba con sus trabajos para la revista "El Caimán Barbudo".
"Afortunadamente pude escribir de lo que quise, como quise y con la extensión que quise, algo que es inusual en cualquier parte del mundo, y en Cuba, mucho más".
Pero las autoridades lo consideraron un contestatario y lo mandaron a trabajar al diario Juventud Rebelde para ser reeducado. Allí empezó a hacer reportajes al estilo de Gay Talese y Tom Wolfe. Hoy, con la aceleración digital, le habría resultado mucho más difícil.
"La cantidad de procesos que están fraguándose, transformándose e incluso desapareciendo son muchísimos. Estamos en una de las situaciones más oscuras que ha tenido el ejercicio de la prensa", reflexiona.
Padura acaba de publicar un trabajo en la edición en español de The New York Times sobre el exilio cubano después de la revolución. En la última versión tuvo que cercenar el texto quitando adjetivos. "No lo entiendo. Es muy difícil hacer ese tipo de periodismo", se lamenta.
Tolerado por el régimen de Cuba, donde reside habitualmente, Padura es silenciado o ninguneado, a pesar de haber recibido reconocimientos tan importantes como el Premio Princesa de Asturias, el doctorado honoris causa por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) o, más recientemente, el Internacional de Novela Histórica Barcino.
"Es una situación absurda. Yo camino por Cartagena o Medellín y la gente se me acerca porque me conoce. Sin embargo, en Cuba, alguien decidió que esa visibilidad mía no era la mejor. No hay derecho a que los cubanos, que son mi público natural, tengan tan difícil leer mis libros. Eso me duele", lamenta.
Padura alberga dudas sobre la continuidad del sistema político de su país tal y como está concebido actualmente. "Hay que ver cómo se sostiene, porque el salario no alcanza para vivir, y eso no lo digo yo, lo dice Raúl Castro desde hace casi diez años".
"Tiene que haber modificaciones, porque si intentan resolver los mismos problemas con los mismos métodos que no han funcionado, volveremos a tener los mismos problemas".
Cuando estudiaba Literatura Latinoamericana en la Universidad de La Habana, Padura curso dos carreras, una académica, y la otra, la de las lecturas que no había hecho, porque se había pasado toda su juventud jugando béisbol.
Su afición por el "rey de los deportes" sigue viva. Padura fue a recoger el Premio Princesa de Asturias con la pelota de caucho en la mano y presume de que habría podido llegar a ser un buen director técnico.
"A lo mejor de literatura no sé mucho, pero de béisbol, lo sé todo".
EFE / RA