El puente internacional Simón Bolívar, el principal
paso entre Colombia y Venezuela, en marzo de 2020.SCHNEYDER MENDOZA / AFP
Colombia ha
decidido reabrir por sorpresa a partir de la madrugada de este miércoles sus
pasos fronterizos con Venezuela, que se mantenían cerrados desde hace 14 meses como parte de las medidas para
contener la propagación de la pandemia en su territorio. Lo hará de manera
“gradual” como parte de los esfuerzos de reactivación económica con los que
enfrenta un momento crítico en el que, más de un mes después, se mantienen
diversas protestas, bloqueos y disturbios, y el país se sumerge en la
tercera ola del coronavirus.
El Gobierno de Iván Duque ya
había reabierto desde el pasado 19 de mayo los pasos terrestres y fluviales con
Ecuador, Perú, Brasil y Panamá, pero mantenía en vilo su decisión sobre la
porosa línea limítrofe que comparte con Venezuela, escenario del mayor flujo migratorio del continente. El Ejecutivo había
anunciado que estudiaba la posibilidad de abrir esa frontera desde este primero
de junio, pero el lunes publicó un decreto sobre la emergencia sanitaria que
extendía el cierre hasta septiembre. Sin embargo, este martes, menos de 24
horas después, el Ministerio del Interior sorprendió con una resolución “por la
cual se abren los pasos terrestres y fluviales de frontera con la República
Bolivariana de Venezuela”.
La apertura se hará de manera
gradual, de acuerdo con Migración Colombia. La autoridad migratoria anunció,
entre otras medidas, un 25% más de oficiales para todos los puestos de control
migratorio, la instalación de cámaras térmicas para contabilizar el paso de personas,
acompañamiento de autoridades de salud, así como horarios de entrada y de
salida en los siete cruces formales y un sistema de “pico y cédula”, como se
conoce en Colombia a la rotación según el último número del documento de
identificación.
Ante el colapso del sistema de salud
venezolano, la potencial propagación de la covid-19 a través del flujo
migratorio en la frontera más porosa de América —más de 2.200
kilómetros repletos de trochas o caminos informales por donde
históricamente ha fluido todo tipo de contrabando— fue desde el principio de la pandemia una de las preocupaciones de
las autoridades de Colombia. El país andino es por mucho el principal destino
del masivo éxodo venezolano, con más de 1,7 millones de migrantes en su
territorio.
Bogotá y Caracas no tienen relaciones
desde febrero de 2019. Duque ha dado su apoyo irrestricto como presidente
interino de Venezuela al líder opositor Juan Guaidó;
es un crítico feroz de Nicolás Maduro, al que acusa de dar cobijo en su territorio a las disidencias de las FARC y la guerrilla del
ELN; y ha sido el principal promotor de un “cerco diplomático” sobre
el régimen chavista. También ha mantenido contra viento y marea una política de
acogida elogiada internacionalmente, y en febrero anunció un estatuto
temporal de protección que se propone regularizar a cerca de un
millón de venezolanos indocumentados que se encuentran en el país.
Cúcuta, la mayor ciudad colombiana
sobre la frontera, ha sido el embudo de uno de los mayores flujos de personas
en el mundo. Allí preocupan tanto la potencial demanda de servicios sociales y
de salud ante la reapertura, como el aforo de los comercios. Pero las
permanentes tensiones entre las dos capitales impiden una coordinación
efectiva, y ese flujo depende de difíciles negociaciones entre autoridades
migratorias incluso desde antes de que irrumpiera la pandemia. Además, el Gobierno
chavista ha llegado a calificar como “armas biológicas” a los
migrantes que han retornado, y Maduro ha dicho que Duque envía “personas
contaminadas”. Hasta ahora, Caracas no ha dado señales de que planee reabrir su
lado de la frontera.