Ayer, por fin, en el propicio Museo de Antropología de México, “el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela y la Plataforma Unitaria de Venezuela” (oposición), firmaron el “Memorando de Entendimiento” para iniciar el diálogo. Por ningún lado vemos los tantas veces mencionados: “gobierno interino”, “presidente encargado”, “poderes en el exilio”; estos ya no existen. Nicolás Maduro es el Jefe de Estado y de Gobierno, sin dudas: ya no es el “colombiano usurpador”, ya reconocen tácitamente sus triunfos electorales. Y el sector opositor que contó con el respaldo de Trump y sus aliados, luego de exigir “sanciones” hasta hace muy poco, ahora coincide en la necesidad de su levantamiento.
No importa qué hay detrás de las nuevas poses, celebramos la firma de este documento que permitirá iniciar las conversaciones sobre un temario priorizado y que tanto interesa, o debería interesar, a todo nuestro país: “Derechos políticos para todos; garantías electorales para todos y cronograma electoral para elecciones observables; levantamiento de sanciones y restauración de derecho a activos; respeto al Estado Constitucional de Derecho; convivencia política y social, renuncia a la violencia y reparación de las víctimas de la violencia; protección de la economía nacional y medidas de protección social al pueblo venezolano; garantías de implementación, seguimiento y verificación de lo acordado”.
Suponemos que la posición del gobierno estadounidense presidido por Joe Biden, contraria a la estridente, agresiva e incisiva actitud de su antecesor, ha influido en el cambio de postura del denominado G4.
Suponemos, también, que han decidido participar en las “megaelecciones” del 21 de noviembre próximo con la aspiración de recuperar los espacios que gobernaron en el pasado: Zulia, Miranda, Carabobo, Nueva Esparta, Distrito Metropolitano de Caracas y varias decenas de alcaldías, en un plan estratégico que comprenderá algunas etapas; “sin prisa pero sin pausa”, como decían los viejos.
Un gran reto que tendrá la Plataforma Unitaria –heredera de la MUD y la Coordinadora Democrática- será convencer al antichavismo visceral de ir a votar luego de la incesante y prolongada campaña contra el CNE, según la cual el PSUV siempre ha ganado con trampa, aunque nunca han podido probarlo. La última vez que participaron fue en las elecciones parlamentarias de 2015 cuando obtuvieron la mayoría de los curules.
Esperemos, pues, que lleguen a acuerdos básicos; que las mal llamadas “sanciones” sean levantadas lo antes posible; que nos permitan acceder a los recursos nacionales represados en el extranjero; que liberen al mundo de la prohibición de tener relaciones con Venezuela y que, en consecuencia, mejoren nuestras condiciones. Esperemos, sí, que estas palabras no solo queden en los deseos de un ingenuo.
Quizás este sea el primero de muchos artículos sobre este diálogo que recién comienza. A esta hora, Miguel Cabrera no ha dado el jonrón 500; vamos a ver cuántos da de aquí a que terminen las negociaciones y se cumpla lo pactado.
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